Aunque es claro que CFK exageró en declarar que la Argentina, gracias a Vaca Muerta, era la nueva Arabia Saudita, sus comentarios y los de políticos, sindicalistas y ejecutivos de YPF, entre otros, alientan un optimismo general.
La retórica nacionalista no es made in Argentina solamente. Otros países, como Brasil, también generaron pronósticos exagerados desde que descubrieron los recursos pre-sal en el Océano Atlántico. El ex presidente Lula había declarado “Deus e Brasileiro” y hasta ejecutivos de Petrobras estimaron que esa compañía se convertiría en la principal productora de petróleo en el mundo en 2020.
Hoy, Petrobras se encuentra seriamente endeudada e inmersa en un escándalo de sobornos sin precedentes que ya ha terminado en el encarcelamiento de funcionarios de la empresa como así también de políticos. ¿Sus metas de producción? Muy lejos de lo esperado.
Argentina no será la nueva Arabia Saudita. El costo para producir cada barril de petróleo convencional en Arabia Saudita es de alrededor de 5 dólares por barril. Meses atrás, Miguel Galuccio, Presidente de YPF, había afirmado en el Congreso que el precio para producir un barril de petróleo en Vaca Muerta costaba alrededor de 80 dólares. En otras palabras, la productividad de países como Arabia Saudita es notable y en la Argentina la producción de los no convencionales sólo sería rentable si el precio del petróleo cotizara por encima de los 80 dólares.
Gracias al precio del crudo interno puesto arbitrariamente por el gobierno (u$s77), los consumidores pagan más por algo que vale menos en el mercado internacional logrando así que el gasto público improductivo y la deuda nacional sigan subiendo.
Entiendo que todos aquellos que queremos ver al país crecer, que aproveche sus recursos hidrocarburíferos, que se creen trabajos bien remunerados y se expanda la economía, sabemos que desarrollar Vaca Muerta y otros yacimientos de shale sería lo ideal. Tal vez, sólo algunos ambientalistas e integrantes de la comunidad Mapuche estén en contra del fracking y de la producción petrolera.
Como es bien conocido, los recursos del shale en la Argentina son notables. Algunas áreas, como Vaca Muerta, se consideran entre las más importantes del mundo. Sin embargo, otros países también tienen recursos de shale que por razones políticas o de poco interés económico no están siendo explotadas.
Ahora bien, pretender que la Argentina está cerca de calcar a los EEUU en su desarrollo de shale, es un grave error que afecta los pronósticos de crecimiento económico, desacelera nuestra llegada al autoabastecimiento energético y desorganiza los planes para crear infraestructura y preparación de profesionales para abastecer a la industria petrolera, algo que en ambos casos toma años.
Primero, en los EEUU la explotación de shale la originaron productores independientes como Mitchel Energy, Devon (luego se fusionó con Mitchel), Continental, Chesapeake y Oryx (luego adquirida por ExxonMobil), por nombrar sólo algunas, no las majors o las grandes corporaciones como ExxonMobil, Chevron, ConocoPhillips y BP, por dar sólo unos ejemplos.
Durante años, estas empresas chicas compitieron entre sí para perfeccionar y combinar las tecnologías de la estimulación hidráulica (más conocida como fracking) con químicos, agua y arena a grandes presiones y con perforaciones horizontales. Actualmente, el 95% de los pozos de crudo y gas natural en los EEUU son perforados por empresas independientes.
Recientemente, el Wall Street Journal señaló que actualmente 77 empresas producen el 75% del crudo en el país mientras en Rusia son cuatro, en China 3, en Iraq y Arabia Saudita son una y más cerca de nuestro país, en Brasil y México, también son una empresa. Esta fragmentación es prácticamente única en el mundo. Gracias a esta competencia, las empresas independientes lograron sus objetivos ya que funcionan como start-ups: toman más riesgos, se mueven más rápido y son más innovadoras que las majors. Claro, no todas estas empresas lograron sus objetivos, pero las que lo hicieron fueron muy exitosas.
En la Argentina, hay varios productores independientes de petróleo convencional, pero sólo una compañía, YPF, produce el 42% del petróleo y el 30% del gas natural de la producción total del país. A su vez, YPF estima que produce el 90% del petróleo no convencional en Neuquén produciendo así aproximadamente 42,000 barriles diarios equivalentes de petróleo. Este nivel de concentración, por más que sea una empresa controlada por el gobierno nacional, contribuye a limitar la competencia, algo fundamental para facilitar el desarrollo de la industria y optimizar resultados. A su vez, junto a Pan American Energy, ambas producen el 60% de los hidrocarburos del país.
Segundo, muchas veces se habla de la volatilidad de los precios del petróleo. Sin embargo, poco se habla de la volatilidad de las políticas energéticas. El año pasado, el gobierno propuso y aprobó con poco debate nacional una nueva ley de hidrocarburos en tiempo record que fue objetada por la oposición. Entre otras cosas, se acusó al gobierno por extorsionar a las provincias productoras de hidrocarburos prometiéndoles restructuración de sus deudas con el estado nacional y la construcción de obras importantes como, por ejemplo, la represa Chihuidos I en Neuquén que se comenzará a construir en septiembre de este año.
Dado que las empresas productoras de hidrocarburos hacen inversiones importantes de capital con horizontes de 20-30 años, las leyes de hidrocarburos deben ser menos volátiles y garantizar un marco regulatorio y jurídico a largo plazo para así estimular la industria. ¿Quién dice que en un futuro cercano un nuevo gobierno no proponga una nueva ley y que por ejemplo Miguel Galuccio ya no esté en su puesto actual en un nuevo gobierno?
Tercero, no existe una política energética nacional. Esta importante política debería ser una estrategia del país, no sólo de un partido o un presidente. La misma debería ser discutida y desarrollada mediante un proceso legislativo donde los representantes de las provincias contribuyan a su desarrollo.
Los combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón) representan el 90 % de la matriz energética argentina. ¿No es hora de diversificar nuestra matriz energética adoptando energías renovables, por ejemplo? La adopción de estas tecnologías facilitaría la expansión de este sector en el país generando empleos, entre otros temas.
Según YPF, con sólo explotar 15% de Vaca Muerta se llegaría al autoabastecimiento energético. ¿Pero qué se hace con el resto de Vaca Muerta y los otros yacimientos de shale que existen en el país? Esa producción se podría exportar diversificando así nuestras ventas de materias primas o, mejor aún, se podría producir y exportar bienes de valor agregado como combustibles y productos plásticos derivados de los gases líquidos.
Por último, aspirar a que una empresa resuelva todos los problemas energéticos del país y además nos ayude a ahorrar divisas es otro error de cálculo. Mientras se estima que las empresas del sector a nivel mundial recortaron gastos de exploración que representan cerca de 100,000 millones de dólares este año comparado con el anterior, YPF dijo que sus inversiones serían exactamente iguales a las del año pasado. Está claro que navega en contra de la corriente y eso se paga caro.
YPF está invirtiendo más que sus anteriores dueños, es cierto, pero el mercado financiero, que examina de forma imparcial sus operaciones, no parece estar de acuerdo con sus planes de inversión, performance y pronóstico a futuro.
Últimamente, YPF se ha endeudado en pesos y dólares, pero a tasas de interés poco favorables. Si bien es cierto que YPF colocó deuda a 10 años a tasas menores que las que obtuvo la Argentina, la judicialmente complicada Petrobras recientemente obtuvo fondos por bonos a 100 años y a tasas menores. Claramente, la colocación de deuda que está haciendo YPF está entre las más caras del mundo.
Para un país que posee algunas de las cuencas más importantes de no convencionales, importar hidrocarburos es difícil de entender. Más allá de que YPF haya incrementado su producción, el Gobierno se ha visto obligado a importar crudo por tercera vez en menos de un año, una señal de que aún no se ha logrado el autoabastecimiento y se estima que este año pagará a extranjeros 9,000 millones de dólares por crudo y gas natural.
Los muchos Chevrones que Miguel Galuccio dijo que se necesitaban en 2013 aún no han llegado. Para Juan José Aranguren, ex presidente de Shell, la Argentina debería recibir inversiones por entre 25,000 y 35,000 millones para salir del problema energético. No sólo estamos lejos de estas cifras sino que además, el gobierno pone trabas y limita la importación de equipos necesarios para la explotación de los recursos como reportó Argentinashale la semana pasada.
Como mencionaba al comienzo de este ensayo, hay otros países con recursos de shale en el mundo. Además, hay otros países como México y seguramente pronto lo hará Irán que abrirán sus mercados energéticos y atraerán inversiones importantes. Tal vez, algunos productores preferirán invertir en estos países que en el nuestro si no mejoramos el ambiente de negocios para que esto no ocurra.
En síntesis, falta mucho camino por recorrer para estar cerca de imitar el modelo norteamericano. YPF no lo puede hacer todo. Es más, tampoco debería intentarlo o podría llegar a ser una nueva Petrobras o Pemex. Al mismo tiempo, la Argentina no goza de todo el tiempo del mundo para explotar sus recursos, la competencia será cada vez mayor y cada año que pasa será más difícil para atraer inversores.