El balance trimestral de Pemex llegó con una pérdida superior a los u$s6.400 millones. El resultado es atribuido a la caída del petróleo durante el segundo semestre de 2014, que para el precio de referencia de México significó un 44% de caída.
Adicionalmente, las ventas cayeron 31,4% por una combinación entre la caída de los precios, pero también por un descenso en los volúmenes de producción. En 2008, la petrolera producía 3 millones de barriles por día, ahora 2,3 millones.
El gobierno de México tiene delante el problema que las grandes compañías estatales sufren, como ya ocurre en PDVSA de Venezuela. La productividad de estas compañías es siempre menor que las privadas, y sus resultados económicos suelen utilizarse para el gasto público o para redireccionar presupuestos.
Según publica Reporte Indigo, los recortes presupuestarios que el gobierno de México adoptó, impactaron directamente sobre PEMEX, porque una de las grandes partidas eliminadas fue la destinada a exploración y producción. El 50% del ajuste anunciado en ese país es el presupuesto que correspondía a la petrolera.
La depreciación del peso mexicano ante el dólar no sólo afectó la cotización del barril (tendencia global de los precios), sino que también impactó en fundamentalmente en la deuda, ya que el 75% del pasivo de PEMEX está en moneda de EEUU.
El sistema impositivo fue modificado con la reforma energética que aprobó el Congreso de México, y si bien ha sido favorable sobre la compañía con una carga tributaria que resultó 51% menor que el mismo periodo de 2014, aún así, los impuestos arrastran el 36% del total de ingresos, algo que impone la necesidad de un plus de rendimiento que PEMEX necesita.
Por último, la empresa no escapa a las realidades de las dependxencias estatales, bastión de guerra de la política, donde los favores de campaña se pagan con contratos, con nombramientos y con personal. PEME enfrenta un pasivo laboral que se estima por encima de los u$s90.000 millones, auténtico nudo gordiano para el Estado y la compañía.