El déficit energético de Argentina en 2014 fue de u$s6.198 millones, y hubiera sido mayor si el barril de crudo no iniciaba el periodo de caído de precios que entre junio y diciembre del pasado año estuvo en torno al 40 por ciento. La escasez de divisas en Argentina llevó a su gobierno a aplicar restricciones cambiarías a finales de 2011, que se definió con el nombre de “cepo al dólar”.
La falta de dólares evidenció el problema energético que ya se percibía en los frecuentes cortes de suministro de gas para las industrias, de energía eléctrica en amplios sectores residenciales y en un creciente nivel de escasez de combustible que se notaba en las largas filas para cargar combustible.
La consultora ABECEB publicó un informe que revela la necesidad de inversiones anuales en upstream por u$s11.000 millones para mejorar la producción de Argentina y así reducir las necesidades de importar combustibles.
Según publica el Inversor On Line, Argentina necesita unos u$s88.000 millones entre 2016 y 2023 para recuperar el autoabastecimiento y así reducir la factura anual destinada a la importación de energía. La caída del precio del petróleo permite reducir las necesidades presupuestarias de este año a unos u$s3.500 o u$s4.000 millones. En pocas palabras, la baja de los precios ha sido una buena noticia para las flacas arcas fiscales de Argentina.
La consultora especializada que dirige Dante Sica, sostiene que no solamente se necesitan inversiones sino también modificar aspectos regulatorios e impositivos, puesto que Argentina tiene una carga impositiva de 38% sobre valor agregado, un elemento que torna poco competitiva la producción minera y energética del país.
Además, las restricciones cambiarias prohibieron el envío de utilidades al exterior, una norma vigente que explica en gran medida el por qué a pesar de que Argentina paga u$s77 por el barril de petróleo en el mercado interno, las grandes petroleras no hayan apostado por las vastas reservas no convencionales y el aún importante desarrollo convencional del país.