China, sedienta de hidrocarburos y primer socio comercial de Teherán, podría ignorar las sanciones estadounidenses e intensificar sus inversiones en Irán, pese al riesgo de un enfrentamiento con Washington.
Para Pekín, hay importantes intereses económicos generados por el acuerdo nuclear iraní de 2015, que firmó el gigante asiático, y del que la administración Trump acaba de retirarse con gran estruendo.
Empresas chinas estaban implicadas en junio de 2017 en al menos 33.000 millones de dólares de proyectos de infraestructuras en Irán, lo que ilustra el ambicioso programa económico de las "Rutas de la Seda" que despliega Pekín en Asia, y más allá.
El restablecimiento de las sanciones de Washington contra Teherán afecta a todas las empresas con actividades en territorio estadounidense u operando en dólares.
"Pero estas sanciones, que generan la retirada de empresas norteamericanas, europeas o japonesas, pueden ampliar oportunidades para las firmas chinas" indicó a la agencia AFP el economista Hu Xingdu.
Además, la producción iraní de hidrocarburos se antoja irresistible para China, primer país importador de crudo del planeta. En efecto Irán es el quinto suministrador de petróleo a China, país al que exporta una cuarta parte de su producción.
Los intercambios comerciales sino-iraníes, impulsados por el oro negro, han aumentado un 20 por ciento en 2017, hasta los 37.000 millones de dólares.
Además, el ministerio iraní de Petróleo declaró que la sociedad china CNPC remplazará a Total en el contrato para desarrollar la fase 11 del campo petrolífero Pars Sud, en caso de que el grupo francés se retirara, obligado por las sanciones de Washington.