Al superar por primera vez desde 1970 la barrera simbólica de los 10 millones de barriles diarios producidos, Estados Unidos ha tomado un paso hacia el "dominio" energético impulsada por Donald Trump.
La producción estadounidense de crudo alcanzó en promedio 10,038 millones de barriles diarios en noviembre, según las cifras de la Agencia Estadounidense de Energía (EIA).
Eso no da para alterar completamente el mercado mundial, pero es simbólico. Ese nivel se inscribe justo por debajo del pico de noviembre de 1970 (10,44 millones de barriles diarios), antes de que la producción estadounidense se replegara progresivamente hasta caer por debajo de los 4 millones de barriles diarios en 2008.
Estados Unidos compite con Rusia, que según la EIA produjo 10,55 millones de barriles por día en 2016, y Arabia Saudita, que ese mismo año extrajo 10,46 millones diarios.
Ambas naciones, junto a los miembros restantes de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), han acordado una acción conjunta para limitar su producción con el objetivo de restringir la oferta en el mercado mundial y de ese manera intentar impulsar los precios.
El objetivo se ha cumplido: el barril Brent se elevó por encima de los 70 dólares por primera vez desde 2014, aunque ha registrado posteriormente caídas hasta los 64,77 dólares.
Los productores estadounidenses, que desde hace una década usan las nuevas técnicas de fracturación hidráulica y de perforación horizontal para explotar los nuevos yacimientos de esquisto, han aprovechado el aumento de precios para acelerar sus operaciones.
Eso parece alegrar al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien aseguró en junio pasado querer no solamente alcanzar la independencia energética sino conducir a "una era dorada de dominio estadounidense en el materia energética".
En su discurso sobre el Estado de la Unión, el mandatario afirmó que su gobierno, al haber eliminado regulaciones, había "detenido la guerra contra la energía estadounidense".