El derrumbe en los precios del petróleo puede desalentar las inversiones en materia de exploración y abre un interrogante sobre el auge del shale que ha permitido a EEUU incorporar unos 4 millones de barriles a la oferta energética.
Pero cuando ampliamos el prisma de la visión y nos enfocamos en el bosque, se podrían identificar decenas de consecuencias globales que, incluso, podrían presentarnos un panorama de futuro preocupante.
La OPEP hizo una advertencia: el barril podría dispararse a u$s200 si los precios bajos se sostienen en el tiempo, ya que se producirá una reducción de las inversiones.
Por ejemplo, la empresa Conoco Phillips, tercer productor de energía de los EEUU presentó un balance trimestral con pérdidas y anunció un recorte de gastos de u$S11.500 millones que afectará el presupuesto de exploración en Colorado (EEUU) e Indonesia. ¡Contundente!
Por otro lado, la baja del crudo ha permitido un recorte de precios de la gasolina, y ésto reduce las presiones inflacionistas sobre la economía, un efecto positivo para el bolsillo de los consumidores, tal como lo valora el FMI.
Los países exportadores de petróleo, cuyas economías dependen de esos ingresos ven la desaceleración del crecimiento de sus economías, pero las naciones desarrolladas importadoras de crudo mejoran su balanza comercial porque la cuenta energética es más barata, por lo tanto, suben las perspectivas de crecimiento.
El mayor riesgo de una sostenida caída de precios está en las inversiones en exploración ante el desaliento de la escasa rentabilidad. Como la pescadilla que se muerde la cola, a precios más bajos= menos inversión= menos producción= menos oferta= riesgo de desabasticimiento= disparada de precios.
Si hacia 2016 las economías desarolladas consiguen tasas de crecimiento mayores, con EEUU a la cabeza, el ciclo de la demanda se irá hacia arriba, por eso la OPEP advierte acerca del riesgo de una estampida de precios que provocaría otro escenario global complejo desde lo geopolítico y económico.