La expropiación de YPF llevada a cabo a mediados de 2012 no sólo cambió la titularidad del 51% de las acciones, también modificó la dinámica del sector combustibles.
Si bien con la entrada del grupo Eskenazi en 2008/2009 se había acelerado el incremento del valor al público de los combustibles, ello se hizo mucho más evidente desde la expropiación del paquete accionario de YPF.
Así, al momento de la estatización de YPF, en Junio de 2012 la canasta de crudos publicada por la OPEP estaba en el orden de los u$s97 dólares por barril; el tipo de cambio del peso respecto del dólar estaba en $4,5/us$, el litro de Nafta premium en la Ciudad de Buenos Aires estaba en los $6,4/litro y el Gas Oíl grado 2 en la Ciudad de Buenos Aires estaba en los $5,4/litro.
En junio 2015 (último valor publicado por la Secretaría de Energía) con un barril para la canasta publicada por la OPEP de u$s60 y un tipo de cambio de $/u$s9,15 la Nafta premium se vendía en CABA a $13,5/litro (2,11 veces el valor de junio 2012) y el Gas Oíl grado 2 se vendía en CABA a $10,9 (2 veces el valor de junio de 2012).
Básicamente el tipo de cambio se duplicó y el valor de los combustibles a grandes rasgos también, pero el crudo bajó casi un 40% a nivel internacional. A nivel local el crudo cayó hasta los u$s75/barril.
Pasamos del paradigma de tener los precios de combustibles mas bajos de la región a tener precios de combustibles mas caros que en Europa y que en buena parte de América latina. Luego de sostener durante mucho tiempo que el precio de los combustibles era fundamental para la competitividad de nuestra economía pasamos a tener el nivel de precios internos necesario para que YPF muestre buenos resultados a los mercados de capitales y pueda financiar su plan de inversiones.
Hoy con una producción del orden de los 530 mil barriles diarios, asumiendo una diferencia entre el valor internacional y el precio interno del crudo de u$s15/barril hay una transferencia de recursos de la demanda hacia la oferta del orden de los 8 millones de dólares diarios. En términos anuales ello implica aproximadamente una transferencia de 2.900 millones de dólares de la demanda hacia la oferta. Por cierto que con el mismo criterio podría hacerse la cuenta inversa respecto al tiempo en el cual el valor internacional del crudo superaba al precio local y ello generó una transferencia inversa de la oferta hacia la demanda.
Otro elemento distintivo que se da actualmente es que la importación de combustibles líquidos no es un problema para las refinerías puesto que la paridad de importación es menor al precio del mercado interno. Por ello el abastecimiento de combustibles actualmente no presenta restricciones. Las refinerías corren todo el crudo local disponible y eventuales faltantes se cubren con importaciones. Alternativamente en función del vector de precios de venta de subproductos les puede convenir importar crudo en lugar de naftas o gas oíl.
¿Qué podemos esperar a futuro? La entrada en producción de yacimientos no convencionales puede mejorar la disposición de crudos livianos y con ello podrá incrementarse la producción de derivados livianos. El factor de utilización de las refinerías seguiría siendo alto pero con mayor producción relativa de livianos. Obviamente el tiempo en el cual esto ocurrirá dependerá de la habilidad de nuestro país para atraer y sostener inversiones en el upstream y en especial en “no convencionales”.
Agotada la capacidad instalada de nuestras refinerías, aún corriendo crudos mas livianos que los actuales, nos enfrentaríamos a una decisión mas de planificación energética que sectorial: ¿Conviene invertir en nuevas refinerías o cubrir el crecimiento de la demanda con biocombustibles?. Incluso esta pregunta ya podríamos plantearla hoy.
¿Conviene pagar mas caro el crudo local o conviene cubrir esa producción con biodiesel o bioetanol? Al poco tiempo de expropiada YPF se “castigó” a los biocombustibles reduciendo el precio de transferencia porque eran “caros” y casi se lleva a la quiebra a muchas empresas del sector. Hoy que los biocombustibles serían mas baratos que los combustibles tradicionales se decide que los consumidores paguen los combustibles líquidos mas caros. Aquí aparece una peligrosa dualidad de política sectorial, no se aceptan mayores precios para fomentar los biocombustibles pero sí se aceptan mayores precios para proteger a YPF. El denominador común no es ni la eficiencia sectorial, ni la maximización de la producción de energéticos, ni el mayor beneficio para el consumidor, el denominador común es proteger y mejorar las cuentas de YPF en detrimento del resto.
A futuro, ¿Conviene que YPF destine recursos que le son escasos para ampliar refinerías, o resultaría más eficiente que YPF concentre esos recursos en el upstream y el crecimiento de la demanda de combustibles lo cubramos con biocombustibles? La respuesta para el país y el sector energético considerado en su conjunto es bastante obvia, habrá que ver que prioridades pone la nueva administración nacional.