El primer día de la conferencia de cambio climático en Paris (COP21) terminó con seis países, además del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, pidiendo un impuesto global al carbono.
¿Podría Argentina implementar un programa de impuesto al carbono para estimular la transformación de la matriz energética, mediante la adopción de renovables y construcción de medios de transporte más eficientes?
A mediados de septiembre, el futuro ministro de Energía de la Nación, Juan José Aranguren, sorprendió a muchos cuando señaló que “impulsar la energía eólica es más rentable que Vaca Muerta”. Su comentario se basaba en que, dados los subsidios existentes a la industria petrolera, hoy resulta más rentable producir energía eólica – que cuesta entre US$95 y105 el megavatio/hora (MWh) – que producir energía a base de hidrocarburos a US$160-170/MWh.
Personalmente, dudo que Aranguren, un veterano con 40 años en la industria petrolera, estuviera diciendo que el país debería descarbonizarse. Pero ¿qué pasaría si el dióxido de carbono o CO2 tuviera un valor asociado a su costo social y ambiental?
Este martes, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo durante la COP21 que “la manera más elegante para impulsar innovación y reducir las emisiones de carbono es poniéndole un precio al mismo”. Además, añadió que “esta es una falla clásica del mercado”, lo cual explica por qué el mundo continúa utilizando combustibles fósiles.
Actualmente, el Gobierno de EEUU estima que el precio social del carbono por tonelada (tCO2) es de 37 dólares. En 2010, el precio era de 24 dólares por tCO2. Sin embargo, algunos estiman que esa cifra está lejos de la realidad. Un estudio reciente de estudiantes de doctorado de la Universidad de Stanford, estimaron que el precio debería ser de 220 dólares por tCO2.
En el sector privado, algunas empresas como ExxonMobil piden desde hace años que los países se decidan y coloquen un precio al tCO2 para que las empresas tengan mayor certeza regulatoria sobre sus negocios e inversiones a largo plazo. Sin embargo, ni siquiera logran coincidir entre ellas el valor de tCO2.
Según una nota del USA Today, más de 150 mega empresas alrededor del mundo ya anticipan un precio interno de CO2 en sus planes de negocios. El problema está en que mientras Microsoft estima la tCO2 entre 6 y 7 dólares, ExxonMobil lo hace en 80 dólares la tonelada.
De acuerdo a la ONG CDP (Carbon Disclosure Project) basada en Londres, ni siquiera existe sintonía entre las petroleras multinacionales con respecto a este tema. Según la organización, tanto BP como Royal Dutch Shell estiman el valor de la tonelada de carbono en 40 dólares, mientras que Total lo hace en 32 dólares, y ConocoPhillips entre 8 y 46 dólares.
Según los economistas del sector, un impuesto al carbono -o “carbon tax”- sería la forma más eficiente para mitigar el cambio climático. El problema es en qué valor se pondría el precio del CO2 y cuántos países lograrían aprobar este esquema.
De acuerdo al Banco Mundial, aproximadamente 15 países lograron aprobar un carbon tax. En Sudamérica, por ejemplo, Chile planea comenzar a cobrar 5 dólares la tonelada de carbono a partir de 2018. También, la provincia canadiense de British Columbia implementa el impuesto desde 2008, actualmente cotiza en aproximadamente 22,50 dólares y no se ha modificado desde 2012. Como consecuencia del carbon tax, la provincia ya ha recaudado más de 5.000 millones de dólares que fueron destinados a bajar los impuestos a las ganancias de las personas y empresas.
A su vez, como es difícil aprobar el impuesto al carbono, la Unión Europa (UE) y algunos estados norteamericanos, como California, han creado un mercado alternativo denominado “cap-and-trade” o comercio de derechos de emisión. Sin embargo, en la UE -que comenzó su programa en 2005- no ha funcionado del todo bien debido a falencias regulatorias que hicieron que el precio de tCO2 se derrumbara de más de 30 dólares a los actuales 9 dólares.
Por su parte, California fijó un precio mínimo de transacción para no caer en los errores europeos, y actualmente se ubica en 12,92 dólares la tonelada de carbono. Hasta septiembre del año pasado, el estado llevaba recaudados más de 2.000 millones de dólares.
Hace unos años atrás, cuando visitaba la árida provincia de Mendoza, tuve la oportunidad de conversar con algunos de los responsables de viñedos sobre cómo el cambio climático estaba afectando sus productos. Entre otras cosas, me dijeron que cada año que pasaba contaban con menos agua para el riego y en parte por eso estaban explorando nuevos cultivos a alturas mayores.
Según una nota de Clarín, la falta de nieve en las cumbres de la zona de Cuyo ya hizo perder el 50 por ciento del caudal hídrico en el último medio siglo. Lo mismo sucede en la región del Comahue (provincias de Neuquén y Río Negro), donde los ríos perdieron caudal, afectando así a las represas hidroeléctricas y el riego, sobre todo en verano cuando más se la necesita.
Algunos especialistas del sector coinciden en que, de continuar el cambio climático, las regiones de Cuyo y Noroeste sufrirán por los retrocesos significativos que están ocurriendo en los glaciares y los campos de hielo de los Andes, aumentando así la aridez de las tierras y poniendo en riesgo las economías basadas en producciones frutihortícolas bajo riego.
A pesar de todo, la profesora de la Universidad Católica Argentina, Melania Rodríguez Loustau, considera que en el balance de beneficios y perjuicios debidos al calentamiento del planeta y al incremento de las precipitaciones, la producción agrícola argentina debería aumentar entre un 2 y 3 por ciento.
En alusión al cambio climático, el Papa Francisco dijo esta semana que “estamos al borde de un suicidio” si no se logra un acuerdo climático en Paris este año.
Volviendo al tema energético nacional, repasando lo que ya sabemos sobre los efectos del cambio climático en el país y esperando que nuestros líderes sean más responsables con el presupuesto nacional, ¿tiene sentido construir represas hidroeléctricas que se alimentan de los hielos andinos sin un estudio ambiental concluido, pagándolas tres veces más de lo que costarían, o construir una planta térmica a base de carbón en el sureste de Santa Cruz?